Estreno en España: 14 de Junio de 2013.

Sinopsis: 1931. En algún lugar de los Pirineos, los niños nacen con una enfermedad desconocida. Son insensibles al dolor físico y crecen con una percepción trastornada del mundo que los rodea. Se trata de niños agresivos, violentos, temerarios e inhumanos que son capaces de lesionarse a ellos mismos. 2007. 76 años más tarde, un accidente de coche desata el pasado de David, un brillante neurocirujano. Un pasado oscuro donde el nombre de Berkano cambia su vida para siempre.

Director: Juan Carlos Medina
Reparto: Àlex Brendemühl, Derek de Lint, Irene Montalà, Tómas Lemarquis, Félix Gómez, Juan Diego, Bea Segura, Sílvia Bel, Lluís Soler, Ramon Fontserè, Àngels Poch, Mot Harris Dunlop Stothart, Ilias Stothart.

CRITICA

Tormentos del pasado

El fantástico español hace unos años que empezó a coger carrerilla para convertirse con el paso del tiempo en un género en sí mismo. Desde jóvenes directores como Juan Antonio Bayona con El orfanato, Alejandro Amenábar con Los Otros, pasando por Guillermo del Toro (mexicano de origen sí, pero interesado en contar nuestra historia) con El Laberinto del Fauno o El espinazo del diablo, una nueva oleada de cineastas jóvenes quiere usar la fantasía y en muchos casos los recursos del terror y el thriller para contarnos relatos cargados de dramatismo, ya sea sobre la familia, la infancia o en el caso que nos ocupa, las heridas provocadas por un conflicto como la Guerra Civil española.

El debut de Juan Carlos Medina, utiliza su envoltorio de cuento de terror para hablar de la memoria histórica, a través de un personaje dañado por las circunstancias que va descubriendo poco a poco la influencia del pasado en su vida y personalidad, un pasado del que no puede huir por muy desconocido que le sea. La cinta conecta ayer y hoy en dos historias que se van tejiendo a la vez, para unir las vidas de los personajes, desde los años 30, poco antes de que estallase la Guerra Civil, en un sanatorio en Cataluña donde unos niños insensibles al dolor son encerrados en celdas para que no puedan hacer ni hacerse daño y donde son estudiados por un profesor alemán, hasta el momento presente y la historia de descubrimiento de la verdad sobre su vida del protagonista. La Guerra Civil española es un tema que se repite en nuestra cinematografía, precisamente porque es nuestra historia y somos consecuencia de ella. Y hay ciertos paralelismos entre la necesidad de entender este conflicto por parte de los que firman las películas que versan sobre este tema, con lo que le ocurre al personaje de David en la película.
La cinta funciona mejor cuando se centra en el personaje al que da vida Alex Brendemühl que cuando vuelve al pasado con los niños (aunque están maravillosamente interpretados por Ilias Stothart y Mot Stothart), que sirven como metáfora de la sociedad en ese momento y sus consecuencias a posteriori. Pero la historia presente es mucho más interesante y muestra con tristeza cómo no podemos escapar al pasado, cómo nuestras raíces nos marcan y cómo de importante es para cualquiera conocer de dónde viene, para reconciliarse con su historia personal. Con unas actuaciones correctas, no hay nada destacable en el plano interpretativo más allá de los niños o el pequeño papel de Juan Diego, mejor no hablar de la de Ramón Fontseré como doctor y jefe del sanatorio, totalmente impostada y para nada creíble.

La película cuenta con alguna escena notable, como la secuencia inicial, que promete mucho y nos mete en materia y en una atmósfera totalmente enigmática e intrigante de forma muy eficaz o la del perro, que logra impresionar bastante, si bien hay algún otro momento que resulta más inverosímil. Los niños son encerrados bajo llave, con camisas de fuerza y en celdas completamente aisladas del mundo exterior, lo que poco hace en su beneficio. La enfermedad que sufren (que aún no tenía diagnóstico en aquella época), se caracteriza por la insensibilidad al dolor físico y la falta e incapacidad para producir lágrimas, entre otras cosas. Pero, ¿qué pasa con las heridas afectivas? El duro tratamiento (que básicamente se reducía a encerrarlos en la más absoluta soledad, sin estímulos de ninguna clase), auspiciado también por las circunstancias sociales que les rodean, va mermando también la capacidad de estos niños para sentir emociones. Y con este contexto sobre la mesa, la trama se va centrando poco a poco en uno de ellos, apodado Berkano y a través de su historia y la del presente vamos uniendo los hilos que conectan las dos historias paralelas y descubriendo los terrribles secretos que la familia de David esconde.
Insensibles habla de las heridas del pasado, de los vínculos que nos conectan con él. A través de una puesta en escena acorde con el sufrimiento de sus personajes, la cinta de Medina pretende ser una metáfora de los efectos de una guerra y sus consecuencias en la gente, en los inocentes. Y, aunque le sobren algunos momentos, logra en muchas ocasiones ser un thriller psicológico conmovedor, cargado de misterios y significados, donde el descubrimiento de la verdad duele mucho más que cualquier enfermedad.

Lo mejor: Una maravillosa puesta en escena y su terrible trasfondo.
Lo peor: Algunas partes son poco creíbles y se echa en falta que ahonde más profundo en la trama de los niños.

Nota: 6

Crítica escrita por: Bea Varela

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