SINOPSIS

Ellis (Tye Sheridan) y Neckbone (Jacob Lofland), de 14 años, descubren durante una de sus escapadas diarias, a un hombre refugiado en una isla en medio del Mississipi. Se trata de Mud (Matthew McConaughey): con un diente menos, una serpiente tatuada en el brazo, una pistola y una camisa que le da suerte. Mud es también un hombre que cree en el amor, algo en lo que Ellis necesita creer desesperadamente para intentar olvidar las tensiones diarias entre sus padres. Muy rápidamente, Mud pide ayuda a los dos adolescentes para reparar un barco que le permitirá abandonar la isla. Sin embargo, para los muchachos resulta difícil discernir lo verdadero de lo falso en las palabras de Mud. ¿Ha matado realmente a un hombre? ¿Le persigue la justicia, los cazarrecompensas? Y por otro lado, ¿quién es la chica misteriosa que acaba de desembarcar en su pequeño pueblo de Arkansas?

CRÍTICA

Los últimos rincones de la inocencia

Mud es una película con una esencia única, que recuerda a un cine de otro tiempo y que se sirve de ello para contar con naturalidad y ternura cómo es la visión infantil del mundo y lo que supone crecer. Una narración desde una mirada limpia, alegre, cargada de imaginación, capaz de ver lo bueno en cada esquina, que recuerda a la inocencia que plagaba algunas de las películas de la década de los 80. Que Jeff Nichols sitúe la acción en Arkansas no es casualidad, ya que es su tierra natal y al director le gusta contar esa parte de la realidad social de la Norteamérica de los estados del centro y sur, unas comunidades con un carácter muy propio que usa finalmente para hablar de temas universales.

Si en Take shelter situaba el drama familiar en las tierras de Ohio, en Mud no se va muy lejos, un poco más al sur y nos adentra en un territorio que conoce muy bien, el de la vida que se desarrolla alrededor del río Mississippi, con esas curiosas casas flotantes, recordando aquí un poco a la vida que ideó Benh Zeitlin en sus Bestias del sur salvaje. Nichols quiere hablar de lo que sabe, de lo que conoce, de sus raíces y con ello tratar de analizar los ejes sociales y emocionales de su país. Y desde esta perspectiva, convierte a Mud en un cuento sobre la pérdida de la inocencia, sobre la angustia que supone madurar, sobre la esperanza e ilusión que imperan en el mundo infantil y que choca tanto con el cinismo de los adultos. Crecer es un viaje de ida sin billete de retorno y Nichols refleja en su filme (del que también es guionista) justamente este momento, en el que muda la piel y se sienten las primeras decepciones y bofetadas de la vida. Y lo capta de una manera sublime, haciendo fácil al espectador empatizar con sus personajes y las visiones contrapuestas de unos y otros, ayudándonos a recordar cómo éramos con 12 años, pero conscientes también de lo que es sentir como Mud. Viendo a estos críos, dan ganas de gritarle a la pantalla: “¡dejadles creer un rato más!”, pero el proceso es algo imparable.

La película acierta de pleno al contarnos la historia desde el punto de vista del niño protagonista, una actuación insuperable por parte de Tye Sheridan, actor que debutó hace dos años con El árbol de la vida. Su personaje, Ellis, es un chaval de 14 años algo solitario, que encuentra su mayor afición en ir en lancha por el río con su mejor amigo Neckbone, a quien da vida Jacob Lofland, otro descubrimiento y quien se estrena en cine con este papel. Ambos niños se hacen querer a lo largo de la historia, caen bien, les comprendemos y la naturalidad que muestran ambos al enfrentarse a sus papeles es algo soberbio, en sus ojos aún podemos ver la creencia de que todo saldrá bien al final. Y es que hay que ver la película para poder apreciar cada detalle de sus actuaciones, sobre todo la del protagonista, que tiene que lidiar con un montón de situaciones nuevas: problemas en casa por la complicada relación con sus padres (Ray McKinnon y Sarah Paulson), sentimientos desconocidos o el primer amor. Sin duda, también hay que hacer un alto para destacar la brillante interpretación de Matthew McConaughey que con Mud construye un personaje muy atractivo y cargado de misterio. Este hombre bohemio con un cigarrillo siempre colgándole de los labios, vive en una lancha encima de un árbol como si fuera el pirata de los cuentos que leían hasta no hace mucho estos niños. Y ambos quedan prendados de él y de su trágica historia. Pero, además de ellos, todas las actuaciones están en su sitio, nadie desentona en su tarea y hasta el pequeño papel de Michael Shannon suena a necesario para completar este cuadro.
Hay otra cosa que cautiva nuestra retina en Mud y es su conseguida ambientación, esa forma de captar la vida del sur, sus colores, su música (otra vez a cargo de David Wingo), su carácter y sentimiento. Todo se va tejiendo hasta llegar a un clímax absolutamente fenomenal, construido de manera perfecta para dejarnos con el corazón en un puño y que se nos ponga la carne de gallina con la actuación de Tye Sheridan.

Lo mejor: Tye Sheridan y Matthew McConaughey.
Lo peor: Como mal menor, los personajes femeninos están menos desarrollados.

Crítica escrita por: Bea Varela

La Crítica opina
Reparto
9
Dirección
8
Guión
7
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