CRITICA – ‘Lo imposible’: Oleada de emociones

Estreno en España: 11 de Octubre de 2012.

Maria (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos comienzan sus vacaciones de invierno en Tailandia. En la mañana del 26 de diciembre, la familia se relaja en la piscina después del día de Navidad cuando el mar, convertido en un enorme y violento muro de agua negra, invade el recinto del hotel. Maria solo tiene tiempo de gritar “¡Henry, los niños!” antes de ser engullida por la ola. Bajo el agua, Maria es golpeada y maltratada por los escombros hasta dejarla al borde de la muerte. Finalmente emerge en medio de un mar embravecido. Aguanta malherida agarrada al tronco de una palmera, convencida de que ha perdido a toda su familia. Pero entonces, su hijo mayor, Lucas, sale a la superficie unos metros más adelante. Sin tiempo para asimilar lo incomprensible e inesperado del desastre natural que acaban de sufrir, Maria debe luchar contra todo por la supervivencia de su hijo y la suya propia.

Director: Juan Antonio Bayona
Reparto: Ewan McGregor (Henry), Naomi Watts (Maria), Marta Ertua, Bruce Blain, Dominic Power, Tom Holland, Sönke Möhring, Anteo Quintavalle, Ploy Jindachote, Natalie Lorence, Byron Gibson, Laura Power, Nicola Harrison.

· Ficha de la película

Teaser trailer Trailer 1 Trailer USA Trailer final

Cuando Juan Antonio Bayona debutó en el año 2007 con El Orfanato, poco nos podíamos imaginar que su siguiente película fuera a resultar tan extraordinariamente épica, tan conmovedora, desgarradora y llena de sentimientos, esos con los que cualquier espectador sin duda se sentirá identificado. El director lleva al público por unos derroteros emocionales que solo se disfrutan si de verdad uno se deja arrastrar por las sensaciones que provocan las imágenes y la música que componen esta historia de supervivencia al límite. Y sentiremos el dolor, el miedo más absoluto, la soledad o la solidaridad de la misma forma que estos personajes, convirtiéndose así Lo imposible en no solo una película de catástrofes, sino en un viaje de auténtica resistencia, técnicamente impresionante y donde se recalca la importancia del vínculo familiar y el instinto de supervivencia pero también la valentía del ser humano y su lucha contra los elementos cuando es despojado de cualquier arma con la que protegerse, mientras tiembla de miedo ante la aterradora idea de sentirse solo.

El director divide la película en dos partes, centrando la atención de la primera de ellas en plasmar el desastre y la lucha por sobrevivir de algunos de sus personajes y esto está reflejado de una forma absolutamente descarnada y realista, tanto que como espectadores podemos sentir el dolor de las heridas o la angustia de quedarnos sin respiración, pero donde también se viven interesantes momentos de calma. Y la segunda parte habla de la búsqueda, de las consecuencias de la catástrofe mostradas ya horas después. Ambientada de forma perfecta, podemos apreciar lo idílico de las primeras secuencias, esa vida de occidentales de clase media tomándose unos días de relax, la alegría y la paz que se respira, pero también el bochorno y las noches sin dormir, para después meternos de lleno en una ola de dimensiones impensables, reproducida con una técnica que merece todos nuestros reconocimientos, porque los efectos de sonido, sobre todo al principio, son totalmente aterradores, y la habilidad del director hace que tengamos la sensación de estar bajo el agua, de que las ramas nos golpean, de que somos aspirados por la corriente que se lleva todo lo que encuentra a su paso, mientras somos víctimas de una terrible desazón. El tsunami que asoló esta zona del sudeste asiático es un recuerdo aun vivo en nuestra memoria, quizás por ello sea también más fácil identificarse con la situación, porque todos recordamos donde estábamos ese día y la tragedia tan monumental que supuso para tantas familias y lo que la hace a esta historia tan real y terrorífica, es pensar que podríamos haber sido cualquiera de nosotros, que es la suerte y ninguna otra cosa la que nos mantiene a salvo mientras nos agarramos a la rama endeble de un árbol o la que por el contrario nos arrastra para ser engullidos por la inmensidad del mar. Bayona no pretende otra cosa más que contar una historia humana y si bien en alguna ocasión los recursos efectistas para provocar reacciones emocionales en el público pueden molestar a algunos, hay que mirar la obra en su conjunto y dejarse llevar sin miedo, porque su envoltorio técnico es impresionante pero lo que hay debajo no es ni más ni menos que lo que somos cuando nos lo arrebatan todo, cuando los problemas cotidianos sobre el trabajo y las facturas se desvanecen, cuando todo es una cuestión de vida o muerte, seres con miedos y esperanzas, que necesitamos de los demás para sobrevivir.

La película también cuenta con otro punto a favor y es su maravilloso reparto. En apenas un par de secuencias, los actores consiguen que empaticemos con ellos y que nos creamos a esa familia que forman. Una deslumbrante Naomi Watts es quien se encarga de dar vida a esta madre valiente pero totalmente derrotada por las circunstancias y la actriz protagoniza algunas de las escenas más duras y espantosas de la película; Ewan McGregor, por su parte, resulta conmovedor en su papel de padre perdido, desolado y hundido en una total desesperación y, sin duda, no nos podemos olvidar del gran descubrimiento de la cinta, un Tom Holland brillante, en una interpretación donde podemos apreciar la evolución de un personaje escrito con mucha coherencia, que todavía es un niño (y algunas escenas muestran la fragilidad que esto conlleva) pero obligado a madurar y a tomar responsabilidades empujado por las consecuencias del desastre.
Lo imposible es una película desgarradora, emocionante y llena de humanidad, que muestra una catástrofe en todas sus dimensiones, con un realismo que se nos pega al estómago y que sirve de marco para hablar de la necesidad del ser humano de mantener siempre viva una pequeña llama de esperanza cuando parece que ha llegado el fin, sobre la importancia de la familia, el sentimiento de unidad y la lucha por sobrevivir, cuando ya no importa nada más que volver a abrazar a un ser querido.