Estreno en España: 15 de Junio de 2012.

Ambientada en la Inglaterra de la época Victoriana, cuenta la historia de dos médicos (Hugh Dancy y Jonathan Pryce) que tratan los casos de histeria, un trastorno en el que la mujer está irritable y es propensa al llanto. Ayudados por uno de sus mejores amigos (Rupert Everett) experimentan con un nuevo dispositivo eléctrico para curar dicha dolencia, si bien lo que acaban de inventar, es en realidad un vibrador.

Director: Tanya Wexler
Reparto: Maggie Gyllenhaal, Felicity Jones, Hugh Dancy, Rupert Everett, Jonathan Pryce, Anna Chancellor, Gemma Jones, Tobias Menzies, Sheridan Smith, Kate Linder, David Ryall, Dominic Borrelli.

Trailers de la película:

CRITICA

Eufemismos de la Inglaterra victoriana

La directora Tanya Wexler nos brinda en su segundo trabajo (el primero que vemos en nuestras carteleras) un acercamiento a la situación de la mujer en la Inglaterra victoriana, aquella que estaba insatisfecha con su vida en general y sexual en particular y que comenzaba a clamar por ciertos derechos sociales. Y se mueve para ello entre un cachondeo a ratos hilarante con ese estilo humorístico tan británico pero también pegado a la comedia romántica de toda la vida resultando, al final, un quiero y no puedo. El tema es muy interesante y tiene muchos puntos dignos de ser analizados, sin embargo la película se queda demasiado en la superficie de todos ellos, convirtiéndose finalmente en una comedia liviana, frívola que nunca va más allá y que probablemente olvidaremos rápidamente.

Aunque tiene algunos chispazos que parecen darle algo más de hondura, se siente como un producto más ligero de lo que seguramente pretendía ser, porque se le intuyen ganas de ser reivindicativa, pero para conseguir esto es necesario algo más que poner los temas sobre la mesa, hay que desarrollarlos con fuerza. La invención del vibrador, que sigue siendo el juguete sexual más utilizado del mundo (llamado por aquel entonces “masajeador eléctrico personal”), es el hilo conductor para contarnos otras cosas. Entre ellas la sexualidad de unas mujeres reprimidas, aburridas con sus vidas e insatisfechas en sus respectivos matrimonios, temas donde nunca se llega a entrar de lleno, ni los motivos por los que éstas son diagnosticadas con esta “trastorno” o porque están frustradas sexualmente y el humor que la envuelve durante todo el metraje (genial a ratos) no se utiliza para profundizar en el tema, quedándose en una comedia demasiado ligera y poco atrevida para lo que podría haber sido.

En el reparto nos encontramos a Hugh Dancy como joven y atractivo médico londinense, moderno e interesado en los avances de la profesión y quien provoca furor con su invento (además de hacerse millonario) mientras se cruza en el camino de Maggie Gyllenhaal, que le da la réplica (su pasión llega a ser tan exagerada que resulta una actuación algo sobreactuada) como ese personaje femenino sufragista, con ideas propias, mente abierta e independiente, produciéndose el consabido tira y afloja entre los dos personajes, que, aunque gozan de buena química nunca resulta una relación apasionante. El resto del elenco lo conforman una Felicity Jones en un papel que, para mostrar el contraste con el de Gyllenhaal, resulta totalmente insípido, Jonathan Pryce y lo mejor de la película, un genial e irónico Rupert Everett al que da gusto ver en cada escena que protagoniza.
Por tanto, el mayor acierto de su guion, incapaz de ahondar más en la trama paralela, está en esos momentos de diversión que nos aporta gracias a, sobre todo, el conjunto de mujeres que acuden a la consulta en busca de algún alivio para sus males, y que consiguen a través de este invento el inicio de una liberación sexual hasta entonces desconocida para ellas. Detalles como que tan estimulante tratamiento dure casi una hora unido al inevitable cansancio que produce en las manos de los dos médicos, le dan bastante frescura y gracia a la historia. Sin embargo, la cinta también intenta funcionar como denuncia o reivindicación de los derechos y la independencia de las mujeres y en este aspecto se queda muy a las puertas de lo que pretendía.
Hysteria es una película entretenida y agradable que funciona mejor como comedia a secas, más que como la protesta o reivindicación social que intenta hacernos llegar, parte a la que no se le ha sabido dar mayor peso. Por tanto quien se acerque a verla es mejor que lo haga sin otras pretensiones más que las de pasar un buen rato a costa de la divertida historia del nacimiento del vibrador.

Lo mejor: Rupert Everett.
Lo peor: Su simplicidad.

Nota: 6

Crítica escrita por: Bea Varela

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