CRITICA – 'Todos tenemos un plan': Segundas oportunidades al borde del precipicio

Estreno en España: 7 de Septiembre de 2012.

Cuenta la historia de Agustín (Viggo Mortensen), un hombre desesperado por abandonar lo que paulatinamente se ha convertido en una frustrante existencia tras vivir durante años en Buenos Aires. Después de la muerte de Pedro, su hermano gemelo, Agustín se dispone a empezar una nueva vida asumiendo la identidad de Pedro y retornando a la misteriosa región del Delta del Tigre, donde transcurrió la infancia de ambos hermanos. Sin embargo, poco tiempo después de su regreso, Agustín se ve involuntariamente implicado en el peligroso mundo criminal del que su hermano había formado parte.

Director: Ana Piterbarg
Reparto: Viggo Mortensen, Soledad Villamil, Javier Godino, Daniel Fanego, Carolina Román, Sofía Gala.

Todos tenemos un plan es una película de silencios, de violencia, de recuerdos dolorosos y de personajes perdidos, de aquellos que no encontraron su lugar en el mundo y todavía lo siguen buscando, que arrastran la tragedia allá donde se mueven, incapaces de desprenderse de aquel sitio del que forman parte, el que les ha ido marcando el camino. Y en estas vidas, la tranquilidad puede durar un tiempo, la felicidad otro tanto, pero el destino siempre viene finalmente a cobrarse las deudas de lo que le pertenece, de un pasado que acarrea sus correspondientes consecuencias.

Los productores de la magnífica El secreto de sus ojos, cuyo guion era absolutamente impecable, nos traen ahora la historia de dos hermanos gemelos, a los que da vida un Viggo Mortensen con un doble papel más que solvente, capaz de transmitir con miradas y expresiones sobrias, mucha resignación y tristeza, reflejo de una existencia mediocre aliviada mediante pequeños retazos de esperanza. Un hombre con la vida solucionada (buen trabajo, casa, matrimonio) pero infeliz, sin motivaciones, que se ha dejado llevar y que encuentra una vía de escape a través de un acto feroz, que para él es su única forma de sobrevivir, la que sin duda aprendió en el lugar de donde viene. Desde el principio se intuye que el personaje de Agustín no es lo que aparenta, que nada es tan perfecto como podría parecer, sobre todo en su escena tras discutir con su mujer, con unas reacciones que no parecen propias de lo que se espera de él. Y con un argumento más que interesante, envolvente y lleno de intriga, el fallo de la historia es dejar algunos hilos sin atar, por ejemplo en el caso de Claudia, a la que interpreta una estupenda Soledad Villamil que, desafortunadamente y a pesar de su gran actuación es un personaje muy desaprovechado, del que queríamos más trama. El resto del reparto está excelente, sobre todo Daniel Fanego en un papel de hombre peligroso, imprevisible y capaz de cualquier cosa.

La atmósfera de la película es uno de sus grandes valores, el ambiente inhóspito de esa zona alejada de la civilización, el Delta del Tigre argentino, un paisaje frío e invernal, húmedo, donde crece la mala hierba y sus habitantes viven casi fuera de la ley, con esos aires tan parecidos a Winter’s bone, de cabañas junto al bosque y con la que comparte algo más que la ambientación, como sus personajes sin gloria y la sensación de desarraigo. Técnica y visualmente muy correcta, el ambiente nos atrapa también gracias a la sólida dirección de Ana Piterberg, que debuta con este thriller con toques de cine negro y suspense, de ritmo lento (que en algunos momentos es necesario pero en otros resulta algo aburrido) y que lo va haciendo más angustioso a medida que avanzan los minutos. Su guion juega a ser imprevisible, y consigue su objetivo en la mayoría de las ocasiones, aunque también deja alguna parte de la trama algo desdibujada,en la que parece que pasa algo y en realidad nada está ocurriendo. La ambigüedad de todos los personajes es otro punto a favor del film, los que parecen malos no lo son tanto y los que son tan buenos escondían otras motivaciones.
Todos tenemos un plan es una historia de segundas oportunidades que no lo son, un thriller pausado lleno de metáforas y reflexiones, que cumple su objetivo en su mayor parte, aunque se queda a medias en el desarrollo de algunas tramas en beneficio de intentar hacer una análisis más profundo de su personaje principal. Y cuando acaba, te quedas con la sensación de haber visto una buena película que siempre podría haber aspirado a más. Una cinta de atmósfera desagradable, donde no se atisba ni un ápice de felicidad, pesimista y trágica en la que la dirección y creación de personajes le dan la carga emocional y humana necesaria para que su ritmo lento y a veces sin rumbo fijo, no nos haga perdernos por sus ríos pantanosos.