Estreno en España: 19 de Abril de 2013.
Director: Gus Van Sant
Reparto: Matt Damon (Steve Butler), John Krasinski (Dustin Noble), Lucas Black (Paul Geary), Frances McDormand (Sue Thomason), Rosemarie DeWitt (Alice), Hal Holbrook (Frank Yates), Tim Guinee (Drew), Scoot McNairy (Jeff Dennon), Terry Kinney (David Stonehill), Johnny Cicco (Donny).
Web Oficial: www.promisedlandthefilm.com
El precio de la tierra
Y daría igual estar hablando aquí de plantaciones de gas o de preferentes. En una época de crisis como la que nos sacude, es fácil (o eso creen algunos) comprar a la gente con promesas de dinero rápido que les sacará de la más absoluta mediocridad y mejorará su futuro y el de sus descendientes. Es la mentira para engañar al pobre, al que no tiene nada que perder y cree que se hará millonario, sin pensar en las consecuencias de las decisiones que toma cuando firma un papel sin leer la letra pequeña. La película se posiciona claramente, pero intenta dar a conocer varios puntos de vista, desde la lucha interna de su protagonista, el conformismo de Frances McDormand (tiene que mantener a su hijo), hasta las distintas opiniones de los habitantes de este pueblo desolado por la falta de trabajo de Pennsylvania, todos desesperados por salir adelante pero no todos dispuestos a que sea a cualquier precio. Ambos personajes se instalan e intentan adaptarse a la vida del pueblo con la intención de ganarse por las buenas a sus parroquianos, lo que termina convirtiéndose en un despertar a la realidad para ellos mismos.
Matt Damon es aquí el antihéroe, el vendedor carismático y con cara simpática que va de casa en casa repitiendo la misma cantinela e intentando convencer a los vecinos para que vendan sus tierras a su compañía de gas. Su personaje es lo más desarrollado de la película, él cree firmemente en lo que está haciendo, cree que lo que cuenta es verdad y el guion no quiere cargar las tintas sobre él en ningún momento, el objetivo siempre está más arriba. Por lo tanto, su culpa es relativa y su evolución durante la película es consecuencia de esa lucha interna que mantiene, entre ser el peón de una gran compañía a la que se debe y su propia ética y moral personal. En el reparto, además de la mencionada y siempre fantástica Frances McDormand, que no se plantea estos dilemas (o no se centra tanto en ellos) y simplemente ha ido ahí a cumplir con su obligación, también nos encontramos al interés amoroso del protagonista Rosemarie DeWitt y la encantadora sonrisa que precede a John Krasinski que representa aquí a la otra parte, a las organizaciones ecológicas. Su objetivo será poner a todo el pueblo en contra de los personajes de Damon y McDormand a base de panfletos y tristes historias personales. Titus Welliver con su guiño a Perdidos, Hal Holbrook como profesor retirado de ciencias y Scott McNeary como granjero, completan un casting del todo eficaz. La música, compuesta por Danny Elfman, también es uno de los aspectos más destacables de la película.
Si bien es cierto que se podría haber ahondado más en los frentes que abre, la cinta de Van Sant no pretende otra cosa que poner sobre la mesa, a través de una forma amable y convencional (y obviamente dejando su opinión al respecto por el camino), un problema social muy actual, tan nuestro como de cualquier otro, aunque no vivamos en una aldea de la américa profunda. A pesar de sus tópicos, lo poco imparcial que es (el demonio aquí es la compañía, pero tampoco se profundiza en este tema) y que no nos descubre nada que no sepamos, la película deja bastantes verdades a su paso, gracias a los distintos puntos de vista reflejados y es por este motivo que se salva después de su media hora final, en la que pierde todo lo que había construido anteriormente. Sus artimañas para darle un vuelco a la trama y el discurso de Damon como colofón, casi la dejan al borde del precipicio, lo que hace que la película se quede a medio camino de ser la gran historia que pretendía.
A pesar de sus tópicos y ese tramo final que la estropea y que no acaba de resultar verosímil, Tierra prometida no deja de ser una interesante historia sobre el precio que ponemos y se ponen las personas, el intento de comprar a otros con la excusa del dinero fácil de por medio, sobre los atropellos injustos que cometen las grandes compañías hacia los ciudadanos sin recursos y casi dispuestos a cualquier cosa con tal de salir adelante. Se convierte así en un reflejo de la lucha entre la moral y los intereses personales y la facilidad con la que invadimos el territorio de los demás cuando, en este contexto de crisis económica que ha arrasado con todo, están tan indefensos y desesperados como para ser capaces de luchar por lo suyo.
Lo mejor: El reparto.
Lo peor: Su típico y tópico final.
Nota: 6
Crítica escrita por: Bea Varela