Eva (Tilda Swinton) pone sus ambiciones y su carrera a un lado para dar a luz a Kevin (Ezra Miller). La relación entre madre e hijo es difícil durante los primeros años. Cuando Kevin tiene 15 años, hace algo irracional e imperdonable a los ojos de toda la comunidad. Eva se enfrenta con sus propios sentimientos de pena y responsabilidad, tras las acciones de Kevin. ¿Alguna vez ha amado ella a su hijo? ¿Y cuánto de lo que Kevin hizo fue por culpa de Eva?
Director: Lynne Ramsay
Reparto: Tilda Swinton (Eva), John C. Reilly (Franklin), Ezra Miller (Kevin), Siobhan Fallon (Wanda), Ursula Parker (Lucy), Jasper Newell (Kevin – de niño), Ashley Gerasimovich (Celia), Erin Maya Darke (Rose).
Web Oficial: www.oscilloscope.net/kevin
Pesadilla doméstica
Tan realista (aunque no sea lo más común) es que una madre pueda sentir rechazo por su hijo como que un niño necesite que su madre sea capaz de transmitirle amor e interés para desarrollarse más o menos bien en el plano afectivo, porque no sentir el más mínimo aprecio sino más bien que eres una molestia por quien, sin duda, tiene que quererte y protegerte, es algo que puede marcar de por vida a cualquiera. La película lleva hasta sus últimas consecuencias esta realidad, que no es la única que existe ni mucho menos, no todos los niños en la situación de Kevin desarrollan trastornos psicológicos, pero viene a mostrar cuales son los efectos de la falta de responsabilidad de los adultos, cuestionando además la maternidad como algo siempre deseado por la mujer y que la bonita e impuesta idea de que una madre por instinto natural quiere a su hijo puede que no siempre sea así.
La película, por tanto, se posiciona, carga las tintas y no deja opción, no hay salida posible para esta familia y hace pagar a sus protagonistas los errores cometidos sin ninguna concesión, no existe la esperanza ni la opción a mejorar, sus personajes están condenados desde el comienzo. Y tiene su punto más potente en las grandes actuaciones de, sobre todo, una impresionante Tilda Swinton, cuyo personaje pasa por el rechazo, el hartazgo y sus dudas como madre, hasta el sentimiento de culpa por los resultados de algunas de sus decisiones y Ezra Miller (que interpreta a Kevin en su etapa adolescente) y cuya mirada vacía de (casi) todo sentimiento es totalmente espeluznante. El actor representa en su personaje lo que podríamos denominar como la maldad propiamente dicha, aunque en realidad, lo que sufre es un cúmulo de conductas asociales que arrastra desde la infancia (algunos diálogos y comportamientos del Kevin niño resultan, como poco, inquietantes) con el objetivo de dañar una y otra a vez a su madre.
Para muchos espectadores, el hecho de que el personaje parezca condenado a lo que le ocurre desde la cuna puede resultar poco verosímil, pero desde esta postura la directora quiere hacer una radiografía de las relaciones materno-filiales mal entendidas y las consecuencias de la falta de comunicación, la crueldad vertida sobre el otro, los sentimientos de culpa y la tortura psicológica como vía para llamar la atención. Acompañando a ambos actores está un estupendo John C. Reilly, en un personaje al que, sin embargo, le falta algo de credibilidad como padre que no se entera absolutamente de nada.
La directora y guionista Lynne Ramsay adapta la obra de Lionel Shriver y juega (acertadamente) con muchos recursos estilísticos, desde el omnipresente color rojo, hasta la narración no lineal, los flashbacks que nos muestran la infancia de Kevin y un presente (cuya normalidad es solo aparente) que mantiene el misterio sobre los hechos hasta el mismo final con una sensación de amenaza e incertidumbre muy bien llevada, lo que ayuda bastante a mantener el interés en la historia.
Tenemos que hablar de Kevin es un oscuro drama familiar, de complicado tema, que refleja una dura y terrible penitencia para sus personajes y no solo para ellos, como espectadores estamos expuestos a sufrir su padecimiento como si de una pesadilla de la que no somos capaces de despertar se tratase.
Lo mejor: La inquietud que provoca.
Lo peor: El personaje de John C. Reilly termina por resultar poco creíble.
Nota: 7,5
Crítica escrita por: Bea Varela