París, 1977. Stella (Léora Barbara) es una niña de 11 años, lúcida, curiosa y cautivadora, que comienza un nuevo curso en una prestigiosa escuela secundaria. Ante sus ojos se irá abriendo un nuevo mundo, una nueva manera de afrontarlo, lejos del único que conoce: el bar de sus padres, un refugio humilde, al que acuden amigos y gente de la clase trabajadora en el extrarradio de París. Allí comparte con ellos partidas de póquer y de billar, películas, fútbol, bailes y música… La gramática y las matemáticas no se le dan nada bien. La amistad con sus dos únicas amigas, el primer amor, la lectura, las hostilidades de la adolescencia… Las aventuras cotidianas, escolares y familiares irán alternándose con sus descubrimientos vitales, sus sueños y sus encomiables deseos de vivir.
Director: Sylvie Verheyde
Reparto: Léora Barbara (Stella), Karole Rocher (madre de Stella), Benjamin Biolay (padre de Stella), Melissa Rodrigues, Guillaume Depardieu (Alain), Laëtitia Guerard (Geneviève), Johan Libéreau (Loïc), Jeannick Gravelines (Bubu), Thierry Neuvic (Yvon).
El entorno marca, pero no determina
Tenemos en Stella, por tanto, una historia que sobre todo, se muestra justa con su protagonista, y a pesar de contar con secuencias dramáticas, estas nunca se convierten en condenas, evitando también que el espectador vaya desmoronándose a golpe de una desgracia infantil tras otra. Más bien nos pone en bandeja a una niña inteligente y con personalidad, rodeada de adultos que han perdido el rumbo, y que no abandona la esperanza de encajar en el mundo que la rodea, aunque en un principio esté llena de desidia. La película no se entretiene en juzgar a sus personajes, simplemente los describe a través de los ojos de Stella y por tanto, esos desastrosos progenitores, que la quieren o la ignoran en función del estado emocional por el que estén pasando, caen simpáticos, ayudados en parte por las carismáticas interpretaciones de Karole Rocher (Roselyn) como la madre dura y frívola que anhela una vida que no es la suya, y sobre todo, de Benjamin Biolay (Serge), el afligido y melancólico padre.
Con este panorama, Stella se las tiene que ir arreglando para aprender a vivir, enfrentándose a una nueva situación escolar, de la que en realidad no quiere formar parte, ya que en el único lugar en el que se siente cómoda es en ese bar lleno de personas sin perspectiva alguna, que juegan a las cartas y se emborrachan cada noche. Porque es ahí donde cree saber quién es y donde también tiene a su único amigo, el que es sin duda, uno de los mejores personajes de la película, Alain Bernard (interpretado de forma conmovedora por Guillaume Depardieu), con el que mantiene una amistad preciosa y necesaria para los dos.
Con una puesta en escena bastante simple y realista, la directora Sylvie Verheyde nos va introduciendo poco a poco en la mente y el universo de Stella, para que vivamos con ella el descubrimiento de la amistad, el primer amor, los miedos infantiles, los errores de los adultos o la rigidez del sistema educativo. La voz en off no molesta en ningún momento, ya que está presente en contadas ocasiones y éstas suelen incluir pensamientos atrevidos y pícaros de la protagonista, lo que hace que la comprendamos más y que esbocemos una sonrisa con ella.
Aunque la película tiene una acertada ambientación y banda sonora, su punto más flaco es que no llega a profundizar del todo en el ambiente social y educativo que se respiraba en aquella época, y suponemos que a la directora le interesa centrarse mucho más en el viaje vital de la joven, cosa que, por otro lado, logra reflejar sin problemas.
Con todo esto, Stella (interpretada por una perfecta y natural Léora Barbara) nos irá conquistando a cada pasito que da, y la llegaremos a conocer a través de su desconfianza, su sentido del humor y su ternura, convirtiendo al espectador en su mayor cómplice. Y es en ese viaje que emprende para conocerse a sí misma donde encontrará su gran oportunidad, la amistad que le va a brindar Gladys (Jeannick Gravelines), con la que compartirá un nuevo mundo de experiencias personales que la ayudarán cada día a caminar hacia un futuro más prometedor y a comprender que son los pequeños detalles los que van a llenar los huecos vacíos que habitan en su interior.
Película emotiva, inteligente y con personajes infantiles con identidad propia, que tiene muy claro lo que busca y lo mantiene de principio a fin, con un profundo análisis de la naturaleza de la amistad infantil y una última escena que destila pura franqueza.
Lo mejor: La película no condena a la protagonista y deja una puerta abierta a la esperanza.
Lo peor: El personaje del hermano de Stella no aporta casi nada a la trama.
Nota: 7,5
Crítica escrita por: Bea Varela