Estreno en España: 7 de Octubre de 2011.

A finales de los años 50, una revolución sacude el universo del music-hall: los espectáculos tradicionales protagonizados por acróbatas, malabaristas y ventrílocuos se consideran pasados de moda por el gran público, seducido por el carisma de las jóvenes estrellas de la música rock.
El ilusionista no deja de comprobar día a día que lamentablemente pertenece a una categoría de artistas en vías de desaparición. Cada vez es más raro conseguir firmar un contrato, por ello se ve obligado a abandonar las grandes salas parisinas y parte con sus palomas y su conejo a probar suerte presentando su número de magia en Londres. Pero la situación es la misma en el Reino Unido, y se resigna entonces a actuar en los pequeños teatros, fiestas al aire libre, cafés, y en el pub de un pueblo de la costa oeste escocesa. Allí conoce a Alice, una joven que aún posee la capacidad de asombro característica de la infancia, la cual cambiará su vida para siempre. Ella todavía ignora que le ama como a un padre; él siente que la ama como a su hija. Del encuentro de estas dos soledades nacerán momentos mágicos y tiernos, que les marcarán para siempre.

Director: Sylvain Chomet
Doblaje original: Jean-Claude Donda, Eilidh Rankin, Duncan MacNeil, Raymond Mearns, James T. Muir, Tom Urie, Paul Bandey.

Web Oficial: www.lillusionniste-lefilm.com

Trailer de la película:

CRITICA

Pequeñas ilusiones para contar grandes realidades

Es posible que El Ilusionista (L’illusionniste) no sea una película perfecta, pero una simple mirada es suficiente para darse cuenta de que estamos ante una obra especial, hecha con sentimiento y que encierra en sus imágenes una gran cantidad de magia, encanto, humor y amargura. Y consigue con sus luces tenues y su perpetua lluvia dejarnos un poso de melancolía que se quedará con nosotros una vez abandonemos la sala de cine. Parece, además, sacada de otra época, gracias a la animación de Sylvain Chomet, que adapta un guión de Jacques Tati, y que dibuja a unos personajes peculiares, de estilo clásico, con colores cálidos y suaves y que cuenta una historia que se maneja de manera elegante entre la ternura y el dolor.

El título no podría ser más adecuado, impregnando al film de ironía ya desde su comienzo. Porque la verdad de esta cinta radica en su planteamiento: ¿Realmente es posible que una persona que ofrece ilusiones a los demás pueda sobrevivir en nuestra sociedad? ¿No está condenada al fracaso antes incluso de que las luces del teatro se apaguen?
El Ilusionista en cuestión, Tatischeff, es un señor de mediana edad y pocas palabras, que pasea sus trucos de toda la vida por aquellos escenarios que se dignan a contratarle y donde se encuentra a un público reducido, pues las grandes masas ya han escapado a la caza del autógrafo de cualquier ídolo de moda. Hasta que un día, después de una sorprendente y exitosa representación ante los paisanos de un pueblo escocés, conoce a Alice, una niña inocente y humilde, que cae cautivada ante su magia. Y así, creyendo ciegamente en él le seguirá en su viaje, durante el cual encontrarán a otros que son como ellos, en un hotel en el que conviven perdedores, parados, un payaso suicida y un ventrílocuo alcohólico, pero sobre todo, encontrarán un mundo que es el nuestro, que empezó a ser así por aquellos años y en el que los creadores no tienen cabida, donde hace mucho tiempo que no hay lugar para la ilusión. La decepción que van sufriendo los personajes a medida que avanza la película y los intentos por mantener intactos los anhelos de Alice por parte del mago, son auténticamente reveladores.

Apenas hay diálogos (para qué hablar si los gestos de los personajes y las imágenes lo dicen todo) y, contando con un humor fino y sutil y una partitura que refleja el desencanto sufrido, es una película que conmueve, y no sólo en su última escena sino a la largo de toda ella, a través de unas ilustraciones que son pura inspiración, que retratan las calles y teatros del París y Londres de los años 50, hasta llegar a una Escocia de ensueño y al encantador Edimburgo, ciudad de artistas, pero donde la vida tampoco es lo esperado. Y todo ello llega a transmitir que realmente parece una verdadera desgracia nacer con algún tipo de talento en un mundo como este, donde la mediocridad está presente en cada rincón.
El Ilusionista (L’illusionniste) es una joya de animación emocionante, sensible y con unos cinco últimos minutos demoledores, pero con un mensaje tan brillante que merece la pena darle una oportunidad a la magia que desprende.

Lo mejor: La carta en la mesa.
Lo peor: Ritmo algo lento en algunas ocasiones.

Nota: 9

Crítica escrita por: Bea Varela

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